Ex-Teresa Arte Actual, México, D. F., February 2000
por Guillermo Santamarina
Sin pretender categorizar, es más declarándome a favor de la disipación de las huellas que le impiden su paso franco, reconozco que el arte visual dominicano difícilmente elude ideas que reflexionan sobre sus identidades particulares. Su carga histórica, su aguda confrontación cotidiana con valores culturales muy diversos, su difusión de justas exigencias planteadas por grupos humanos no conformes con rezagos sociales, racismos, sexismos o inestabilidad económica –entre otros temas que seguramente resultan esenciales en su contexto—son sus signos preferenciales y le definen como una fuente de análisis crítica, vertedero de conciencia para su sociedad.
Mónica Ferreras, Laberinto, 2000, courtesy of ArtLabour Archives
La exposición curada por Alanna Lockward, concebida y planteada especialmente para el sitio y en relación con los argumentos vocacionales de Ex Teresa Art Actual comprueba que, incluso en la diáspora (en el caso de Mónica Ferreras e Ingrid Madera), en circunstancias existenciales fuera de su país, l@s artistas dominican@s disponen buena parte de sus imaginaciones y de sus indudables capacidades técnicas a someter ramas de su realidad en el bosque caudaloso de las culturas globales.
Ingrid Madera, Sacrificios, 2000, video installation, courtesy of ArtLabour Archives
Afortunadamente con esta cita hemos vivido un acercamiento cabal a una iconografía singular que no se ve vulnerada por las normas de una “universalidad” que no observa diferencias. Paradójicamente, tampoco la hemos descubierto volcada a las promesas de una “multicultura” ajustada por la calificación de centros hegemónicos. Esta ha sido una exposición de obra en los puntos fronterizos de una comunicación que institucionaliza valores trascendentales tanto para un núcelo patrio como para otras capas de la condición histórica dominicana asociadas con una monumental realidad internacional.
Miguel Ramírez, La Huida, 2000, courtesy of ArtLabour Archives
No se ha detenido en el “auto-exoticismo”, ni tampoco en el cerco de una representación nacional(ista) insensible a las influencias del Otro. De acuerdo a la idea que comparto al principio de esta presentación, aquí llegó la inteligente transmisión de fracciones de la identidad plural de la República Dominicana de hoy en día. Ha llegado exenta de cortapisas complacientes, afortunadamente desprovista de folclorismos y esquemas estereotipados; de esos lastres que en el presente todavía intentan contener parcialmente los climas, los colores y los alientos del enorme Caribe para satisfacer el capricho turístico o la argumentación de una promoción cultural paternalmente truncada.
Eliú Almonte, La Isla Ofendida, 2000, courtesy of ArtLabour Archives
Con la seguridad de que este encuentro ha proyectado a nuestros visitantes muchas señales de ánimo firme por la experimentación con los soportes del lenguaje visual contemporáneo (cualidad altamente requerida por nuestro público) y el haber compartido la detonación de modelos de proximidad que las jóvenes generaciones de mexican@s (y dominican@s) creen insobornables, deseo felicitar desde luego a cada un@ de l@s artistas y a la curadora, con un sincero testimonio de mi respeto.
Eliú Almonte con el Embajador Haitiano, Guy Lammothe, frente a su obra conmemorativa de la Masacre de haitianos ordenada por el dictador Trujillo, en 1937
México, D.F., febrero de 2002